domingo, 18 de septiembre de 2011

Los días de invierno cada vez la pesaban más, estar sin él era una amarga tortura. Las horas pasaban lentamente abriendo heridas en su corazón, unas heridas que sólo podían ser sanadas por él. Pero él ya no estaba, se había ido con la llegada del invierno y las primeras nevadas. Ella se levantaba cada día con la esperanza de ver el sol, de que desapareciera la nieve que la rodeaba y que el invierno se desvaneciera, para que con las primeras flores de la primavera llegara su amado. Aunque sólo fuera para  verle, contemplarle hasta que la descubriera y tener que apartar la vista con las mejillas coloradas. Porque sabía que su amor no la quería, que no daría por ella ni una cuarta parte de lo que ella daría por él... porque ella se moría por un beso suyo, y él sólo quería los besos de otra mujer.

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